Hoy mi alegría se centra en las buenas noticias que leo sobre Argelia.
Por si no tenemos suficientes alegrías con nuestra factura eléctrica, que tiene ya un déficit de 20.000 millones de euros acumulado (el equivalente a más de un año de lo que cuesta toda la generación eléctrica española) porque la tarifa fijada por el Gobierno es inferior a la suma de lo que cuestan las cosas, resulta que Argelia nos sube un 30% el precio del gas.
España produce aproximadamente 30% de su generación eléctrica con centrales que queman gas, y sobre todo, son una tecnología imprescindible para integrar tantas energías renovables. Sin este tipo de centrales, no sería posible instalar tantas renovables como ya tenemos, y mucho menos duplicarlas en 10 años como pretendemos.
Que Argelia decida subir 30% el precio tiene un impacto directo sobre el precio de la electricidad. No equivalente, porque la factura eléctrica incluye más cosas que no tienen por qué subir, y porque tenemos otros suministradores de gas como son Egipto, Nigeria o Catar. Pero por cómo funciona el mercado eléctrico, en que la central más cara marca el precio para las demás, este encarecimiento nos hace también pagar más, a la larga, a la energía nuclear e hidráulica, que en el fondo se estarán frotando las manos.
Esto pone de manifiesto que necesitamos renovables autóctonas, y que no es malo el incentivo de combustibles nacionales que en un futuro pueda convertirse en más barato que el gas. Y es que el gas no es barato, y más que seguirá encareciéndose.
Preparémonos para subidas muy considerables en los próximos 2-3 años: suben las renovables que seguirán encareciendo el coste final por mucho que bajen sus primas; subirán los costes fijos por el sobrecoste a corto plazo del real decreto del carbón, a su vez se encarece el precio del gas, y por otra parte se complica y encarece la operación de las centrales térmicas en presencia de tantas renovables.
Todas las energías son necesarias, y las apoyo todas, aunque a un ritmo adecuado, en ocasiones más lento pero más ordenado que el actual. Pero el sistema al que vamos, es caro, muy caro. Y esparaos subidas del 30% de aquí al 2013, como mínimo. Por mi parte, yo espero cambios drásticos en numerosas reglas básicas del sector, en los que espero poder participar, porque también hay ciertos pequeños campos para la reducción del precio de la electricidad (muy inferiores, eso sí, que los motivos para el encarecimiento). Pero no soy político, y eso supongo que es malo para entrar en política.
Mi pesimista mensaje de hoy es... no es positivo depender de ningún combustible fósil ni ningún país en particular, pero asumamos que la diversificación y la seguridad de suministro eléctrico son caras. Sobre todo si no se gestionan bien...
Asumamos que nos esperan, en 2013 como tarde (en principio viene un cambio regulatorio que explicaré en otra entrada), unas subiditas considerables en la factura. Quien pagara 35€/mes, le vienen 50€. Y quien esté pagando 200€/mes en invierno, que se espere incrementos hasta los 280€/mes...
Todo estupendo, ¿no?
¡Todo lo que quisiste saber sobre el sector eléctrico y nunca te atreviste a preguntar! ¿Qué hay detrás del enchufe? ¿Porqué siempre, o casi siempre, hay electricidad? ¿Qué pago en mi factura? ¿Porqué sube tanto últimamente? ¿Qué me ofrecen las empresas eléctricas? ¡Y mucho más...!
martes, 19 de octubre de 2010
domingo, 12 de septiembre de 2010
España, sin rumbo energético...
España no tiene rumbo alguno en su política energética. No tiene política energética, va a la deriva, arreglando problemas según van viniendo. Tarde y mal.
La política energética consiste en escoger una combinación de medios de producción eléctrica que abastezca las necesidades del país con menor coste, cumpliendo posibles objetivos estratégicos adicionales, así como un tablero y unas reglas de juego que aseguren que se cumplen los objetivos previstos. Por ejemplo, es preciso velar no sólo por que el precio sea mínimo hoy, sino también por que lo sea en el medio y largo plazo, sin estar expuestos a la volatilidad de los precios internacionales de ningún combustible. También es preciso asegurar recursos energéticos, independientemente de su precio y finalmente, aunque no todos le otorgan el mismo peso en la balanza, cuidar el medio ambiente reduciendo las emisiones de CO2.
En España, las responsabilidades regulatorias, el conocimiento técnico, la información sobre el funcionamiento del sector y del mercado, y los medios económicos para abordar los proyectos que necesita el país, están muy parcelados. Y se toman decisiones cortoplacistas, y sin visión global que pondere numerosos intereses contrapuestos. Seguridad de suministro generalmente va en contra de máximo beneficio para el inversor y de mínimo precio para el consumidor; incentivar las renovables o una cesta diversificada que reduzca la exposición a un combustible en concreto también; y las decisiones difíciles que perjudican temporalmente a unos pero en beneficio del país, restan votos a quienes las toman, y restan al país estabilidad regulatoria e imagen, que no es moco de pavo. Los cambios de rumbo espantan la inversión, y llegará el momento en que haga falta construir nuevas centrales y no querrá construirlas nadie o será a precio de oro...
El país necesita estabilidad regulatoria, reglas de juego claras para que los inversores tomen decisiones con toda la información posible, un chasis sólido que no precise cambios frecuentes, una visión de si queremos o no nucleares, carbón, renovables etc. pero con todas sus implicaciones medioambientales y de coste. En el corto y en el largo plazo. Y lamentablemente no tenemos nada de eso. Nada de nada. Ponemos parches, y parches sobre parches, sobre un tablero que se construyó hace 12 años en un contexto muy diferente y que ya no se adapta al contexto actual y futuro. Hace falta diseñar uno nuevo, y hace falta ya, antes de arruinar a pequeños inversores extranjeros, antes de que hayamos cerrado nuestras minas si luego van a ser necesarias, antes de que hayamos cargado la factura eléctrica de tecnologías subvencionadas a un ritmo inadecuado, o construido carísimas infraestructuras inadecuadas. Los vaivenes de nuestra inexistente política energética espantan a cualquiera.
Ya estamos llegando tarde. Ya hemos llegado tarde a algunas cuestiones. Estamos a tiempo de hacer las cosas bien en otras. Pero hace falta debate, estudios e información. También hace falta un poco de valor, y consenso entre entidades que no son famosas por su colaboración histórica... E informar a la sociedad del por qué de las cosas.
Vendrán cambios interesantes durante esta década. Confiemos en que vengan.
Este blog sigue en ello!
La política energética consiste en escoger una combinación de medios de producción eléctrica que abastezca las necesidades del país con menor coste, cumpliendo posibles objetivos estratégicos adicionales, así como un tablero y unas reglas de juego que aseguren que se cumplen los objetivos previstos. Por ejemplo, es preciso velar no sólo por que el precio sea mínimo hoy, sino también por que lo sea en el medio y largo plazo, sin estar expuestos a la volatilidad de los precios internacionales de ningún combustible. También es preciso asegurar recursos energéticos, independientemente de su precio y finalmente, aunque no todos le otorgan el mismo peso en la balanza, cuidar el medio ambiente reduciendo las emisiones de CO2.
En España, las responsabilidades regulatorias, el conocimiento técnico, la información sobre el funcionamiento del sector y del mercado, y los medios económicos para abordar los proyectos que necesita el país, están muy parcelados. Y se toman decisiones cortoplacistas, y sin visión global que pondere numerosos intereses contrapuestos. Seguridad de suministro generalmente va en contra de máximo beneficio para el inversor y de mínimo precio para el consumidor; incentivar las renovables o una cesta diversificada que reduzca la exposición a un combustible en concreto también; y las decisiones difíciles que perjudican temporalmente a unos pero en beneficio del país, restan votos a quienes las toman, y restan al país estabilidad regulatoria e imagen, que no es moco de pavo. Los cambios de rumbo espantan la inversión, y llegará el momento en que haga falta construir nuevas centrales y no querrá construirlas nadie o será a precio de oro...
El país necesita estabilidad regulatoria, reglas de juego claras para que los inversores tomen decisiones con toda la información posible, un chasis sólido que no precise cambios frecuentes, una visión de si queremos o no nucleares, carbón, renovables etc. pero con todas sus implicaciones medioambientales y de coste. En el corto y en el largo plazo. Y lamentablemente no tenemos nada de eso. Nada de nada. Ponemos parches, y parches sobre parches, sobre un tablero que se construyó hace 12 años en un contexto muy diferente y que ya no se adapta al contexto actual y futuro. Hace falta diseñar uno nuevo, y hace falta ya, antes de arruinar a pequeños inversores extranjeros, antes de que hayamos cerrado nuestras minas si luego van a ser necesarias, antes de que hayamos cargado la factura eléctrica de tecnologías subvencionadas a un ritmo inadecuado, o construido carísimas infraestructuras inadecuadas. Los vaivenes de nuestra inexistente política energética espantan a cualquiera.
Ya estamos llegando tarde. Ya hemos llegado tarde a algunas cuestiones. Estamos a tiempo de hacer las cosas bien en otras. Pero hace falta debate, estudios e información. También hace falta un poco de valor, y consenso entre entidades que no son famosas por su colaboración histórica... E informar a la sociedad del por qué de las cosas.
Vendrán cambios interesantes durante esta década. Confiemos en que vengan.
Este blog sigue en ello!
jueves, 12 de agosto de 2010
Una opinión sobre la prima al carbón nacional......pero, ¿y qué hacemos con el resto del sector?
INTRO: JR7 planteó el 4 de agosto "..¿qué hacemos con el carbón nacional?".
Estoy completamente de acuerdo en lo que dices. Yo no estoy condicionada por una familia de origen minera (mi abuelo fabricaba excavadoras, pero creo que se puede obviar...) y también podría defender ambas posturas sin problemas. Sin embargo, me proclamo defensora de la extracción del carbón nacional y ahora os explico porqué.
En mi opinión, en el tema de repartir la gran tarta de las primas nos enfrentamos a dos circunstancias diferentes.
En primer lugar, las primas a las renovables y las seguramente futuras primas a los ciclos combinados (muy previsibles si esto sigue funcionando como hasta ahora) se explican porque derivan de la actual estructura del sector eléctrico. La estrategia española ha conseguido que seamos líderes mundiales en integración de renovables en la red, que los países vecinos vengan a nosotros para preguntar cómo lo hacemos, y además se ha creado un nuevo sector industrial nacional por el camino. ¡Son muy buenas noticias! Por otro lado, debido a la integración de renovables y su aportación fluctuante e impredecible, son necesarios ciclos combinados como respaldo a estas primeras, con la consecuencia de que su producción de energía se torna igual de fluctuante e impredecible, haciendo que la recuperación de las nuevas inversiones no estén demasiado claras. Las primas parecen necesarias en un mercado como el actual, ahora bien, primas para lograr la competitividad, no para enriquecer a nadie a costa del bolsillo de los de siempre. Creo firmemente que el modelo de mercado actual debería ser revisado, así como la cuantía de las primas actuales, y apoyo también personalmente a aquél que lea el blog y tenga poder para cambiarlo.
No obstante, creo que las primas al carbón nacional es un problema de otro estilo, y creo que es posible que más gave que el anterior. En España disponemos de una industria propia para la extracción del carbón pero actualmente es más competitivo importarlo de otros países, suponemos pues que con mano de obra más barata, o extracción más fácil. Lamento decir que el sector minero nacional parece condenado a desaparecer porque es exactamente lo que ha ocurrido con muchos otros sectores industriales (¿quién fabrica hoy textiles en España?), y lo que está ocurriendo con otros sectores que todavía no han conocido el ocaso, pero están en camino debido a la deslocalización de las fábricas hacia lugares de mano de obra barata y una regulación más permisiva.
Ante esta situación de toda la industria en general, el papel fundamental lo tiene el consumidor, que debería asumir que si siempre paga por lo más barato, y esto suele ser en muchos casos lo que viene de importación, dicho producto es previsible que deje de fabricarse en su país. Pérdida de empleo, pérdida de valor nacional, pérdida de una industria, beneficios a terceros. Creo que ante la coyuntura actual de globalización y deslocalización, el consumidor debería ser, en la medida de lo posible, un poco responsable y primar que el producto sea nacional simplemente por velar por el futuro de sus hijos.
Es por interpolación de esta filosofía tan simple por lo que creo que si es posible se debería primar el consumo de carbón nacional mientras existan stocks aunque a priori sea más caro. La factura de la luz es cara por muchos motivos. Personalmente, yo eliminaría otras ineficiencias primero.
Estoy completamente de acuerdo en lo que dices. Yo no estoy condicionada por una familia de origen minera (mi abuelo fabricaba excavadoras, pero creo que se puede obviar...) y también podría defender ambas posturas sin problemas. Sin embargo, me proclamo defensora de la extracción del carbón nacional y ahora os explico porqué.
En mi opinión, en el tema de repartir la gran tarta de las primas nos enfrentamos a dos circunstancias diferentes.
En primer lugar, las primas a las renovables y las seguramente futuras primas a los ciclos combinados (muy previsibles si esto sigue funcionando como hasta ahora) se explican porque derivan de la actual estructura del sector eléctrico. La estrategia española ha conseguido que seamos líderes mundiales en integración de renovables en la red, que los países vecinos vengan a nosotros para preguntar cómo lo hacemos, y además se ha creado un nuevo sector industrial nacional por el camino. ¡Son muy buenas noticias! Por otro lado, debido a la integración de renovables y su aportación fluctuante e impredecible, son necesarios ciclos combinados como respaldo a estas primeras, con la consecuencia de que su producción de energía se torna igual de fluctuante e impredecible, haciendo que la recuperación de las nuevas inversiones no estén demasiado claras. Las primas parecen necesarias en un mercado como el actual, ahora bien, primas para lograr la competitividad, no para enriquecer a nadie a costa del bolsillo de los de siempre. Creo firmemente que el modelo de mercado actual debería ser revisado, así como la cuantía de las primas actuales, y apoyo también personalmente a aquél que lea el blog y tenga poder para cambiarlo.
No obstante, creo que las primas al carbón nacional es un problema de otro estilo, y creo que es posible que más gave que el anterior. En España disponemos de una industria propia para la extracción del carbón pero actualmente es más competitivo importarlo de otros países, suponemos pues que con mano de obra más barata, o extracción más fácil. Lamento decir que el sector minero nacional parece condenado a desaparecer porque es exactamente lo que ha ocurrido con muchos otros sectores industriales (¿quién fabrica hoy textiles en España?), y lo que está ocurriendo con otros sectores que todavía no han conocido el ocaso, pero están en camino debido a la deslocalización de las fábricas hacia lugares de mano de obra barata y una regulación más permisiva.
Ante esta situación de toda la industria en general, el papel fundamental lo tiene el consumidor, que debería asumir que si siempre paga por lo más barato, y esto suele ser en muchos casos lo que viene de importación, dicho producto es previsible que deje de fabricarse en su país. Pérdida de empleo, pérdida de valor nacional, pérdida de una industria, beneficios a terceros. Creo que ante la coyuntura actual de globalización y deslocalización, el consumidor debería ser, en la medida de lo posible, un poco responsable y primar que el producto sea nacional simplemente por velar por el futuro de sus hijos.
Es por interpolación de esta filosofía tan simple por lo que creo que si es posible se debería primar el consumo de carbón nacional mientras existan stocks aunque a priori sea más caro. La factura de la luz es cara por muchos motivos. Personalmente, yo eliminaría otras ineficiencias primero.
miércoles, 4 de agosto de 2010
¿Qué hacemos con el carbón nacional...?
Contamos en el sistema peninsular con una treintena de centrales eléctricas de carbón, cada una de las cuales está preparada para quemar distintos tipos de carbón. Algunas plantas de los años 70 y 80, queman el denominado carbón nacional, cuya extracción es actualmente más costosa que el carbón importado.
Si en los años 70 más del 75% del carbón consumido por España era autóctono y empleaba directamente a decenas de miles de personas, hoy en día representa menos de la tercera parte, frente al importado de lugares como Sudáfrica, Indonesia, Rusia o China etc. Supongo yo que, con menores sueldos y minas de fácil acceso al carbón, se lo venden más barato a nuestras empresas eléctricas, que se abastecen en un libre mercado internacional del carbón más barato que encuentran.
El problema que tenemos actualmente es que si el carbón nacional no se quema, se van llenando los stocks de las propias centrales eléctricas que no lo utilizan. Hasta cuándo? Pues hasta que las centrales eléctricas digan que no les cabe más, lo cual ya sucedió hace un par de años. Tenemos en este punto dos opciones: primar este carbón nacional, pagando de alguna manera a las empresas eléctricas la diferencia entre el precio de compra nacional e internacional; o bien no tocar nada y dejar que actúen "las fuerzas del mercado", lo cual sencillamente hará desaparecer todas las minas españolas de carbón.
La primera opción, por la que se ha decantado el Gobierno y que está en fase de desarrollo, a falta de que se pronuncie oficialmente la Comisión Europea (preliminarmente da luz verde con matices, y hasta determinadas cantidades), salvaría temporalmente a los 4.000 ó 5.000 mineros que nos quedan en España (según cifras de prensa). También se ampara esta medida en la "seguridad de suministro", ya que permitiría mantener viva una industria nacional que nos garantice recursos energéticos si en algún momento vienen mal dadas con nuestros suministradores internacionales de carbón, petroleo o gas (recordad la crisis del gas ruso del año 2009...). Pero claro, a costa de un sobre coste en nuestra factura eléctrica. Según quien lo estime salen unas cifras u otras, pero el sobre coste anual sí sería sensible en un sistema que ya cuenta con 20.000 millones de euros de déficit (el equivalente a aproximadamente todo lo ingresado por todo el sistema peninsular español en un año).
La segunda es sin duda más barata para nuestra factura, pero suprime algunos miles de trabajos directos, y supongo que otros muchos más indirectos: siendo crudos, implica la muerte lenta de este sector con sus consecuencias sociales, y que deberíamos olvidarnos de recuperarlo aunque vuelva a hacer falta dentro de 5 años si por ejemplo se vuelve a disparar el precio del gas. También perdemos en seguridad de suministro eléctrico ya que perderíamos las centrales que utilizan este carbón, puesto que no tengo claro si se pueden reconvertir a otros tipos de carbón. (lo investigaré).
En resumen, ¿qué preferís? Que la factura eléctrica crezca a menor ritmo (porque subir, va a subir considerablemente por otros motivos en cualquier caso) y emitamos menos CO2, aunque muera literalmente nuestro sector minero como ya lo hizo en la Inglaterra de Margareth Thatcher, y perdamos seguridad de suministro eléctrico? O que incrementemos quizás un 3 a 5% la factura, pero salvemos las pocas minas que nos quedan, y mantengamos recursos energéticos nacionales a flote?
Yo entiendo las dos posturas, y realmente sería capaz de defender cualquiera. Reconozco que me condiciona una familia con antepasados mineros, conocidos y queridos por su contribución al buen funcionamiento de la industria leonesa. Reconozco también que no creo que siempre actúe bien "la mano negra del mercado", como se ha demostrado en el sector bancario. Aunque también reconozco que no veo sentido a primarlo todo: el sol, el viento, el carbón, y pronto tendremos que compensar a los ciclos combinados que se quejan por quedarse sin su parte de la tarta. Y precisamente lo que no subvencionamos, la nuclear y el agua, ya ganan dinero a expuertas por un diseño de mercado que se negoció mal en su creación, y que vende muy por encima de costes (esto me lo discutirán sin duda los que vivan de ello...). Alguien tendrá que poner sentido común, estabilidad y visión global a todo esto! Alguien que no se mueva por el interés cortoplacista de tener que ganar elecciones cada 4 años! Si ese alguien lee este blog, que actúe, que este blog le o la apoya!!
Si en los años 70 más del 75% del carbón consumido por España era autóctono y empleaba directamente a decenas de miles de personas, hoy en día representa menos de la tercera parte, frente al importado de lugares como Sudáfrica, Indonesia, Rusia o China etc. Supongo yo que, con menores sueldos y minas de fácil acceso al carbón, se lo venden más barato a nuestras empresas eléctricas, que se abastecen en un libre mercado internacional del carbón más barato que encuentran.
El problema que tenemos actualmente es que si el carbón nacional no se quema, se van llenando los stocks de las propias centrales eléctricas que no lo utilizan. Hasta cuándo? Pues hasta que las centrales eléctricas digan que no les cabe más, lo cual ya sucedió hace un par de años. Tenemos en este punto dos opciones: primar este carbón nacional, pagando de alguna manera a las empresas eléctricas la diferencia entre el precio de compra nacional e internacional; o bien no tocar nada y dejar que actúen "las fuerzas del mercado", lo cual sencillamente hará desaparecer todas las minas españolas de carbón.
La primera opción, por la que se ha decantado el Gobierno y que está en fase de desarrollo, a falta de que se pronuncie oficialmente la Comisión Europea (preliminarmente da luz verde con matices, y hasta determinadas cantidades), salvaría temporalmente a los 4.000 ó 5.000 mineros que nos quedan en España (según cifras de prensa). También se ampara esta medida en la "seguridad de suministro", ya que permitiría mantener viva una industria nacional que nos garantice recursos energéticos si en algún momento vienen mal dadas con nuestros suministradores internacionales de carbón, petroleo o gas (recordad la crisis del gas ruso del año 2009...). Pero claro, a costa de un sobre coste en nuestra factura eléctrica. Según quien lo estime salen unas cifras u otras, pero el sobre coste anual sí sería sensible en un sistema que ya cuenta con 20.000 millones de euros de déficit (el equivalente a aproximadamente todo lo ingresado por todo el sistema peninsular español en un año).
La segunda es sin duda más barata para nuestra factura, pero suprime algunos miles de trabajos directos, y supongo que otros muchos más indirectos: siendo crudos, implica la muerte lenta de este sector con sus consecuencias sociales, y que deberíamos olvidarnos de recuperarlo aunque vuelva a hacer falta dentro de 5 años si por ejemplo se vuelve a disparar el precio del gas. También perdemos en seguridad de suministro eléctrico ya que perderíamos las centrales que utilizan este carbón, puesto que no tengo claro si se pueden reconvertir a otros tipos de carbón. (lo investigaré).
En resumen, ¿qué preferís? Que la factura eléctrica crezca a menor ritmo (porque subir, va a subir considerablemente por otros motivos en cualquier caso) y emitamos menos CO2, aunque muera literalmente nuestro sector minero como ya lo hizo en la Inglaterra de Margareth Thatcher, y perdamos seguridad de suministro eléctrico? O que incrementemos quizás un 3 a 5% la factura, pero salvemos las pocas minas que nos quedan, y mantengamos recursos energéticos nacionales a flote?
Yo entiendo las dos posturas, y realmente sería capaz de defender cualquiera. Reconozco que me condiciona una familia con antepasados mineros, conocidos y queridos por su contribución al buen funcionamiento de la industria leonesa. Reconozco también que no creo que siempre actúe bien "la mano negra del mercado", como se ha demostrado en el sector bancario. Aunque también reconozco que no veo sentido a primarlo todo: el sol, el viento, el carbón, y pronto tendremos que compensar a los ciclos combinados que se quejan por quedarse sin su parte de la tarta. Y precisamente lo que no subvencionamos, la nuclear y el agua, ya ganan dinero a expuertas por un diseño de mercado que se negoció mal en su creación, y que vende muy por encima de costes (esto me lo discutirán sin duda los que vivan de ello...). Alguien tendrá que poner sentido común, estabilidad y visión global a todo esto! Alguien que no se mueva por el interés cortoplacista de tener que ganar elecciones cada 4 años! Si ese alguien lee este blog, que actúe, que este blog le o la apoya!!
domingo, 27 de junio de 2010
Retroactividad de las primas a las energías renovables
¿Qué es eso de la retroactividad de las primas?
Las energías renovables (EERR) presentan principalmente un coste fijo en el momento de la instalación: lo que cuesta comprar un molino (aproximadamente 1 millón de euros por megavatio (MW) instalado), o un panel fotovoltáico (hasta hace poco, se hablaba de 6 M€/MW, aunque enseguida lo matizo), o una turbina minihidráulica en un pequeño torrente montañoso etc. Como curiosidad, se estima que en general aproximadamente 90% de sus costes anuales corresponden a la inversión inicial, y 10% a los costes de operación y mantenimiento (cambios de piezas, limpieza, verificación de equipos etc.)
Luego, su producción energética depende del recurso primario: que haya sol, viento, agua etc. Resulta que para la mayoría de las EERR, si bien su producción diaria es aleatoria, en cómputo anual se comprueba empíricamente que más o menos producen lo mismo año a año para un determinado emplazamiento. Como el año tiene 8760 horas, se habla de "un parque eólico de 2.200 horas" para un parque que produce anualmente una energía de 2.200/8760 = 25% de su potencia instalada funcionando a plena potencia. Un huerto solar fotovoltáico en una zona de insolación buena en España suele producir entre 1.500 y 1.700 horas etc. Así que es posible estimar el coste de una energía renovable determinada, dividiendo su coste fijo (la anualidad de la inversión, incluyendo el coste de capital) por su producción anual esperada, y obtenemos el coste por kWh producido. Ese valor, con un necesario margen de beneficio, debería ser la retribución de cada tecnología. Y los objetivos energéticos de cada tecnología deberían fijarse en función de su impacto sobre la reducción de otras fuentes fósiles, su coste, su contribución a la garantía de suministro, su esperanza de reducción de costes futura, sus posibilidades de exportación etc. las cuales no estoy seguro en absoluto de que se consideren al tomar decisiones futuras. No es lo mismo primar 500 MW fotovoltáicos al año, que 100 MW al año. Tampoco es lo mismo primar 5000 MW sin más -que se terminan comprando a China para instalarlos cuanto antes y además no se deja tiempo a la industria de reducir los costes- que primar 500 MW al año durante 10 años -lo cual fomenta la creación de plantas, crea puestos de trabajo locales y duraderos, y permite una reducción paulatina de los costes y las primas que al final soportamos en nuestra factura-.
Llegando a lo que ocupa esta entrada del blog, ¿por qué se habla de aplicar retroactividad a las primas? Resulta que hubo un error tremendo en 2007, cuando un descontrol terrible en la instalación de paneles fotovoltáicos, no evitó que se instalaran entre el 2007 y el 2008 casi 3.000 MW fotovoltáicos acogidos a una prima de 44c€/kWh, donde el objetivo era de 370 MW para el final de 2010. El impacto de 370 MW, con una producción del 0.2% de la demanda nacional, es pequeño a pesar de pagarse aproximadamente 10 veces más caro que los kWh de carbón o ciclo combinado a los que sustituye. Pero el impacto de 10 veces la potencia inicialmente prevista pagados a ese precio, ya es considerable, y excede en mi opinión lo razonable. No el precio, que también porque los costes han bajado, sino la cantidad instalada, claramente excesiva dados los costes en ese momento.
Este error tremendo se corrigió en 2008 con un nuevo Real Decreto que sí impedía instalar más de 500 MW fotovoltáicos al año, a la par que se bajaron las primas. Curiosamente, al ser España consumidor del 50% del mercado mundial de paneles, que además en gran parte se han comprado a China (allí ha ido mucho dinero de nuestras primas), su precio se redujo drásticamente a nivel mundial, señal de que la retribución anterior era suculenta. Hasta cuánto se puede reducir en el futuro? No lo sé, lo que marquen las reglas de mercado y la curva de maduración. Espero que bastante, y así lo afirma la Asociación Fotovoltáica.
Cuál es el problema de reducir las primas retroactivamente a paneles que ya están acogidos a una retribución determinada? Que en su momento, pagaron un panel al precio que fuera, elevado o no, pero esperando un retorno de la inversión determinado durante 20 años conforme marcaba nada menos que un Real Decreto, con rango de Ley. Reducir su prima futura implica por un lado que puede incurrir en pérdidas aquel que pagara un panel caro, a pesar de que su inversión estaba garantizada por la Ley. Y lo peor, sin duda, el efecto de espantar futuras inversiones en este sector o en cualquier otro ya que ni siquiera la Ley parece ser estable en España. En el mejor de los casos, no espantamos inversiones futuras, pero sin duda aumentamos el coste financiero por el aumento del riesgo de cualquier inversión. Y nada de esto es bueno.
Cuál es el problema de no reducirlas? Que es una cantidad muy importante la que ya, teóricamente, debe cobrar esos 44c€/kWh con un impacto significativo sobre el coste final de la electricidad en España (para haceros una idea, el precio final que pagamos ronda los 15 c€/kWh, y la generación ronda el 50% de dicho coste, por lo que imaginad el coste final si un 3% de la energía se pagara a 44 c€/kWh. Y un 10%?). Un coste que, con los compromisos adquiridos, irá sin duda en aumento. Aumento considerable, muy superior al incremento del IPC, no lo dudo. Y en esta situación, cualquier ajuste de costes es necesario para no perjudicar al pais; no sólo al consumidor doméstico, sino también a mucha industria que podría abandonar España para producir cemento, papel o coches a paises con menos renovables y electricidad más barata.
El caso es que el error sobre esos aproximadamente 3.000 MW carísimos ya se ha cometido, y cualquier solución es mala. ¿Preferimos perjudicar algunas inversiones y nuestra imagen de pais, o el poder adquisitivo de los españoles por facturas eléctricas elevadas y la competitividad del país que pueda espantar a grandes consumidores energéticos? Ambas opciones son malas, y es que un error que ya se ha cometido nunca tiene buena solución. Es evidente la importancia de las decisiones que afectan al largo plazo...
Intentemos al menos que no vuelva a repetirse, y calculemos para el futuro tanto cantidades de EERR como primas razonables, que logren el mejor compromiso entre los tres pilares de la política energética: seguridad de suministro, sostenibilidad económica y sostenibilidad medioambiental. En ello estamos los que ponemos nuestro granito de arena a estas cuestiones. Aunque... con la política hemos topado.
Las energías renovables (EERR) presentan principalmente un coste fijo en el momento de la instalación: lo que cuesta comprar un molino (aproximadamente 1 millón de euros por megavatio (MW) instalado), o un panel fotovoltáico (hasta hace poco, se hablaba de 6 M€/MW, aunque enseguida lo matizo), o una turbina minihidráulica en un pequeño torrente montañoso etc. Como curiosidad, se estima que en general aproximadamente 90% de sus costes anuales corresponden a la inversión inicial, y 10% a los costes de operación y mantenimiento (cambios de piezas, limpieza, verificación de equipos etc.)
Luego, su producción energética depende del recurso primario: que haya sol, viento, agua etc. Resulta que para la mayoría de las EERR, si bien su producción diaria es aleatoria, en cómputo anual se comprueba empíricamente que más o menos producen lo mismo año a año para un determinado emplazamiento. Como el año tiene 8760 horas, se habla de "un parque eólico de 2.200 horas" para un parque que produce anualmente una energía de 2.200/8760 = 25% de su potencia instalada funcionando a plena potencia. Un huerto solar fotovoltáico en una zona de insolación buena en España suele producir entre 1.500 y 1.700 horas etc. Así que es posible estimar el coste de una energía renovable determinada, dividiendo su coste fijo (la anualidad de la inversión, incluyendo el coste de capital) por su producción anual esperada, y obtenemos el coste por kWh producido. Ese valor, con un necesario margen de beneficio, debería ser la retribución de cada tecnología. Y los objetivos energéticos de cada tecnología deberían fijarse en función de su impacto sobre la reducción de otras fuentes fósiles, su coste, su contribución a la garantía de suministro, su esperanza de reducción de costes futura, sus posibilidades de exportación etc. las cuales no estoy seguro en absoluto de que se consideren al tomar decisiones futuras. No es lo mismo primar 500 MW fotovoltáicos al año, que 100 MW al año. Tampoco es lo mismo primar 5000 MW sin más -que se terminan comprando a China para instalarlos cuanto antes y además no se deja tiempo a la industria de reducir los costes- que primar 500 MW al año durante 10 años -lo cual fomenta la creación de plantas, crea puestos de trabajo locales y duraderos, y permite una reducción paulatina de los costes y las primas que al final soportamos en nuestra factura-.
Llegando a lo que ocupa esta entrada del blog, ¿por qué se habla de aplicar retroactividad a las primas? Resulta que hubo un error tremendo en 2007, cuando un descontrol terrible en la instalación de paneles fotovoltáicos, no evitó que se instalaran entre el 2007 y el 2008 casi 3.000 MW fotovoltáicos acogidos a una prima de 44c€/kWh, donde el objetivo era de 370 MW para el final de 2010. El impacto de 370 MW, con una producción del 0.2% de la demanda nacional, es pequeño a pesar de pagarse aproximadamente 10 veces más caro que los kWh de carbón o ciclo combinado a los que sustituye. Pero el impacto de 10 veces la potencia inicialmente prevista pagados a ese precio, ya es considerable, y excede en mi opinión lo razonable. No el precio, que también porque los costes han bajado, sino la cantidad instalada, claramente excesiva dados los costes en ese momento.
Este error tremendo se corrigió en 2008 con un nuevo Real Decreto que sí impedía instalar más de 500 MW fotovoltáicos al año, a la par que se bajaron las primas. Curiosamente, al ser España consumidor del 50% del mercado mundial de paneles, que además en gran parte se han comprado a China (allí ha ido mucho dinero de nuestras primas), su precio se redujo drásticamente a nivel mundial, señal de que la retribución anterior era suculenta. Hasta cuánto se puede reducir en el futuro? No lo sé, lo que marquen las reglas de mercado y la curva de maduración. Espero que bastante, y así lo afirma la Asociación Fotovoltáica.
Cuál es el problema de reducir las primas retroactivamente a paneles que ya están acogidos a una retribución determinada? Que en su momento, pagaron un panel al precio que fuera, elevado o no, pero esperando un retorno de la inversión determinado durante 20 años conforme marcaba nada menos que un Real Decreto, con rango de Ley. Reducir su prima futura implica por un lado que puede incurrir en pérdidas aquel que pagara un panel caro, a pesar de que su inversión estaba garantizada por la Ley. Y lo peor, sin duda, el efecto de espantar futuras inversiones en este sector o en cualquier otro ya que ni siquiera la Ley parece ser estable en España. En el mejor de los casos, no espantamos inversiones futuras, pero sin duda aumentamos el coste financiero por el aumento del riesgo de cualquier inversión. Y nada de esto es bueno.
Cuál es el problema de no reducirlas? Que es una cantidad muy importante la que ya, teóricamente, debe cobrar esos 44c€/kWh con un impacto significativo sobre el coste final de la electricidad en España (para haceros una idea, el precio final que pagamos ronda los 15 c€/kWh, y la generación ronda el 50% de dicho coste, por lo que imaginad el coste final si un 3% de la energía se pagara a 44 c€/kWh. Y un 10%?). Un coste que, con los compromisos adquiridos, irá sin duda en aumento. Aumento considerable, muy superior al incremento del IPC, no lo dudo. Y en esta situación, cualquier ajuste de costes es necesario para no perjudicar al pais; no sólo al consumidor doméstico, sino también a mucha industria que podría abandonar España para producir cemento, papel o coches a paises con menos renovables y electricidad más barata.
El caso es que el error sobre esos aproximadamente 3.000 MW carísimos ya se ha cometido, y cualquier solución es mala. ¿Preferimos perjudicar algunas inversiones y nuestra imagen de pais, o el poder adquisitivo de los españoles por facturas eléctricas elevadas y la competitividad del país que pueda espantar a grandes consumidores energéticos? Ambas opciones son malas, y es que un error que ya se ha cometido nunca tiene buena solución. Es evidente la importancia de las decisiones que afectan al largo plazo...
Intentemos al menos que no vuelva a repetirse, y calculemos para el futuro tanto cantidades de EERR como primas razonables, que logren el mejor compromiso entre los tres pilares de la política energética: seguridad de suministro, sostenibilidad económica y sostenibilidad medioambiental. En ello estamos los que ponemos nuestro granito de arena a estas cuestiones. Aunque... con la política hemos topado.
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